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martes, 4 de octubre de 2011

Ella sentía un vacío terrible sin él. Y gritaba al mundo que le amaba, ella proclamaba su amor eterno para él. Pero yo sé que no le amaba. Porque cuando amas a alguien el tiempo se escurre cuando estás con él, la noche es larga y fría si no te abraza y tu cuerpo, víctima de la embriaguez del amor, rechaza todo cuánto no son sus manos.
El amaba el calor de su cuerpo en el colchón. No sus besos en la madrugada. Ella amaba el café con leche que cada mañana le preparaba, las cenas con velas, las cartas de amor, las navidades compartidas y un futuro resuelto cargado de amor. Ella odia ahora el vacío en su cama, los domingos por la tarde, los atardeceres solitarios. Y sigue buscando a alguien que se parezca a él, pero que haga suyo su cuerpo, que su recuerdo perdure en la noche en la que él está ausente. Porque si amas a alguien tus ojos, tu piel, tus sueños le pertenecen, sin que puedas evitarlo, sin remedio, sin cura... Si amas a alguien no hay excusas, ni noches, ni copas de más. No hay tentación suficiente

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